Una serie de factores están acelerando un negocio donde Uruguay puede ser uno de los ganadores a nivel global: convertirse en exportador de bonos de carbono. El cambio de gobierno en EEUU -con la presidencia de Joe Biden volvió al Acuerdo de París sobre clima- y la pandemia, han reforzado la percepción de los consumidores y las empresas sobre el cuidado del medioambiente.
En este contexto, se confirmó que la empresa forestal uruguaya AF, administradora de los activos forestales Bosques del Uruguay I, II, III y IV, concretó la venta al exterior de 210 mil toneladas de bonos de carbono a dos compradores europeos. Esa cantidad de CO2 (dióxido de carbono) que se compensa con estos los bonos vendidos es el equivalente a 400 mil vuelos Montevideo-San Pablo ida y vuelta.
El presidente de AF Francisco Bonino comentó a El Observador que los compradores finales no los conoce porque el negocio se pactó a través de una agencia especializada en planes de neutralización de carbono, que no reveló su cliente final, más allá del dato general que eran dos firmas del viejo continente.
Esta fue la primera operación de magnitud que AF cerró al exterior. En el último tiempo, había realizado tres ventas menores de bonos de carbono en el mercado interno, entre ellas, una al Instituto Nacional de Carnes (INAC).
“Es muy bueno que Uruguay comience a participar en el mercado de bonos de carbono, fortaleciendo nuestra marca país y reafirmando las políticas ambientales y los beneficios ambientales de un sector productivo muy importantes como es el forestal”, destacó el ministro de Ambiente, Adrián Peña.
Cómo opera y cuánto vale
Los bonos de carbono son un instrumento internacional que permite la compensación voluntaria de las emisiones de gases de efecto invernadero y son usados por empresas autorizadas a usar este mecanismo para cumplir sus metas ambientales, siguiendo el Protocolo de Kioto.
Las plantaciones forestales permiten secuestrar CO2 de la atmósfera y de hecho son las responsables de que Uruguay pueda ser considerado un país balance neto negativo si nos centramos en este gas.
Según estimaciones locales, una plantación forestal secuestra en promedio 5 toneladas por hectárea y por año. El carbono secuestrado es consecuencia del crecimiento de pinos y eucaliptus que durante más de 10 años acumularon carbono en plantaciones de Uruguay, generando por lo tanto un efecto positivo para el medioambiente en materia de su aporte al equilibrio en la emisión de gases de efecto invernadero por otras actividades humanas.
AF cuenta con certificaciones internacionales por el equivalente a 2 millones de toneladas de CO2, por lo que la reciente exportación equivale al 10% de los bonos de carbono con potencial de venta.
A diferencia de otros bienes, establecer un valor de referencia para este tipo de mercadería no es tan sencillo explicó Bonino. Esto porque depende del tipo de plantación –si es para celulosa o aserrío-, locación, etc.
De formas, dentro de lo poco que se conoce en transacciones a nivel internacional van desde un piso de US$ 1 por tonelada hasta unos US$ 20 como techo. En el caso de las plantaciones de árboles de Uruguay con destino a aserrío como las que tiene AF, su cotización está algo por debajo de los US$ 10 por tonelada.
Bonino explicó que Uruguay recién ahora está registrando stock importantes de bonos que se pueden comercializar porque ello está atado al proceso de maduración de los bosques. En definitiva, el carbono es madera que luego un verificador se encarga de calcular para definir cuánto carbono secuestraron esos árboles. Es por eso que el valor en carbono de una plantación para celulosa (destino final papel) puede ser inferior a la madera de aserrío, destinada a construir una mesa, por ejemplo. Los certificadores de carbono no dan la totalidad del CO2 que capturó una plantación, ya que un porcentaje queda como salvaguarda.
“Lo interesante para Uruguay es que el carbono abre una oportunidad de negocio, que no solo abarca a la forestación sino también a ganaderos o agricultores. Hay un mundo de opciones que se comienzan a abrir”, destacó Bonino.
El ejecutivo añadió que es “evidente que aumentó la demanda” a nivel global por bonos de carbono. Dijo que si esto se consolida, esto tendrá un impacto positivo en los retornos (ganancia) de los fideicomisos que administra AF, cuyos principales accionistas son las AFAP uruguayas.